SALÓNICA, Grecia — Los equipos de emergencia se abrían paso el jueves entre el metal retorcido de un tren de pasajeros y avanzaban “pulgada por pulgada” en sus esfuerzos por sacar más cadáveres de los restos calcinados tras un choque frontal en el norte de Grecia que dejó al menos 57 muertos.
Los trabajadores ferroviarios hicieron huelga para protestar por años de falta de financiación que, afirmaron, ha dejado el sistema ferroviario del país en una situación precaria.
El choque frontal entre un tren de pasajeros y un tren de mercancías el martes por la noche dejó varios vagones convertidos en amasijos de acero y obligó a la gente a romper las ventanas para escapar.
Fue el peor accidente ferroviario de la historia del país y 48 personas seguían hospitalizadas, la mayoría en la ciudad central de Larissa, seis de ellas en cuidados intensivos.
La sombría labor de recuperar los restos humanos avanzaba “centímetro a centímetro”, dijo el vocero del servicio de bomberos Yiannis Artopios.
“Podemos ver que hay más personas (muertas) ahí. Por desgracia están en muy mal estado por la colisión”, dijo a la televisora estatal.
La causa del siniestro aún no estaba clara, aunque un jefe de estación arrestado tras el choque fue acusado el miércoles de múltiples cargos de homicidio involuntario y causar daños físicos serios por negligencia dentro de una pesquisa judicial para aclarar por qué los dos trenes viajaban en direcciones opuestas por la misma vía.
La asociación de trabajadores ferroviarios convocó huelgas que paralizaron los servicios nacionales de ferrocarril y el metro en Atenas.
Protestaban por sus condiciones de trabajo y lo que describieron como una peligrosa falta de modernización de la red de ferrocarril debido a la ausencia de inversión pública durante la grave crisis financiera, que duró la mayor parte de la década anterior y llevó a Grecia al borde de la bancarrota.
El ministro de Transportes, Kostas Karamanlis, renunció tras el choque. Su sucesor deberá abrir una investigación independiente sobre el accidente.
“Se ajustarán responsabilidades”, dijo el primer ministro, Kyriakos Mitsotakis, en un mensaje televisado el miércoles por la noche tras visitar el lugar.
“Trabajaremos para que las palabras ‘nunca más’ (...) no sean una promesa vacía. Eso se lo prometo”, afirmó.
Los partidarios de la huelga tenían previsto protestar más tarde el jueves en el centro de Atenas.
En el tren de pasajeros viajaban más de 300 personas, muchas de ellas estudiantes que regresaban de un fin de semana feriado y de las celebraciones de Carnaval en varios lugares de Grecia.
Andreas Alikaniotis, estudiante de 20 años que sobrevivió a la colisión, escapó de un vagón destrozado cuando se aproximaban las llamas, rompiendo ventanas y arrojando equipajes al suelo en el exterior para utilizarlos como colchoneta improvisada para aterrizar.
“Era una caída brusca, a una zanja”, explicó Alikaniotis, que se hirió en la rodilla, a la prensa desde su cama de hospital en Larissa.
“Las luces se apagaron. Y la luz venía del fuego que se acercaba y las chispas que saltaban. El humo asfixiaba dentro del vagón, pero también fuera”, añadió.
“Conseguí mantener la calma y fui uno de los pocos cerca que no había sufrido lesiones graves”, dijo. “Mis amigos y yo ayudamos a salir a la gente”.
El papa Francisco y mandatarios europeos enviaron mensajes de condolencias. Uno de ellos fue el ministro turco de Exteriores, Mevlut Cavusoglu, cuyo país se recuperaba de devastadores sismos el mes pasado.
El presidente de Ucrania, Volodymyr Zelenskyy, envió un mensaje en griego que decía que “el pueblo de Ucrania comparte el dolor de las familias de las víctimas. Deseamos una rápida recuperación a todos los heridos”.